Esta es una pregunta que puede surgir en cualquier momento de la adultez, sobre todo en aquellas personas que reconocen vivencias difíciles de su infancia. Muchos no se la hacen jamás, pero operan bajo las secuelas del trauma.
¿Qué es un trauma?
«Echeburúa (2004) distingue entre «suceso traumático» y «trauma». Por «suceso traumático»entiende un acontecimiento negativo e intenso que surge de forma brusca, que resulta inesperado e incontrolable y que, al poner en peligro la integridad física o psicológica de una persona que se muestra incapaz de afrontarlo, tiene consecuencias dramáticas para la víctima, especialmente de terror e indefensión. Considera «trauma» la reacción psicológica derivada de un suceso traumático.
Talarn, A., Sáinz F., Rigat A. (2013): Relaciones, vivencias y Psicopatología. Las bases relacionales del sufrimiento mental excesivo.
Traumas infantiles más comunes.
Los sucesos traumáticos vividos en la infancia pueden ser muchos: maltrato psicológico y verbal, maltrato físico, abuso sexual, negligencia, accidentes, alienación parental, guerras, exilio, delincuencia, entre otros.
Consecuencias de traumas infantiles en adultos.
Bessel van der Kolk en su libro «El cuerpo lleva la cuenta» explica que una de las secuelas del trauma es el estado de alerta constante (esto es indispensable en el Trastorno de Estrés Postraumático). Cuando estamos frente a una situación estresante, nuestro cerebro libera una hormona llamada cortisol que al mismo tiempo sirve para ayudarnos a volver al equilibrio. Pero, en personas cuyo trauma opera su vida, no regresan a este estado de equilibro y siguen segregando más cortisol de lo esperado.
Aparte puede haber otras secuelas como: disociación, altos niveles de ansiedad, depresión, flashbacks, pesadillas, dificultad para establecer relaciones sanas, abuso de alcohol y otras drogas. El autor mencionado anteriormente explica que también afecta la percepción y la imaginación cuando nuestras respuestas y apreciación de la realidad están fuertemente aunadas a la experiencia del trauma. Por ejemplo: un toque en el hombro puede ser percibido como una advertencia, relacionándolo así con el abuso sexual infantil vivido.
La negación y la represión son fuertes mecanismos inconscientes de defensa que salen a relucir tras haber vivido una situación traumática y se usan para mitigar la angustia que causa. Al no ser conscientes, es difícil «darse cuenta», pero en múltiples ocasiones se opera bajo su forma. Ejemplo: cuando se niega haber vivido maltrato físico y se le etiqueta como «disciplina».
Superar traumas infantiles en la edad adulta.

En cuanto a los traumas infantiles en la adultez, pueden darse dos escenarios:
- Que se den las condiciones y la persona cuente con ciertos factores de protección (familia, amigos, comunidad, mudanza, escuela, entre otros) que hagan mucho más sencillo el camino de la integración de la experiencia y la superación del trauma.
- Que no se den las condiciones y la persona no cuente con ningún apoyo, haciendo más difícil este camino.
Realmente no podemos dejar por fuera la magnitud de la situación traumática. A veces puede que se den todas las condiciones del primer escenario y aun así represente para la persona el mismo grado de dificultad. Quizás lo más complicado es darse cuenta y por eso no se toman medidas que pueden ser claves en este proceso, como asistir a psicoterapia.
Si resuenas con esta información, no dudas en consultar con un psicoterapeuta.
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Autora: Valeria Razzi
Psicóloga,M.A.
FPV: 12091